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Una iniciativa de Gritemos con Brio

11 de diciembre de 2020

¿La educación venezolana le está agregando valor a la formación de sus ciudadanos?

Por Cristian Torres

Personalmente considero que esa es la pregunta fundamental para la educación en cualquier país, pero en Venezuela hay que plantear términos especiales debido a la precariedad que sufre nuestra sociedad.

¿Cómo podría la educación en estas condiciones de precariedad, agregar valor a la vida de los venezolanos? Sobre todo a los jóvenes que han tenido que pasar a formar parte de las cifras de la deserción escolar para servir de apoyo, en la labor de llevar comida a la casa, y muchas veces de responsables directos del hogar.


Es importante hacernos la pregunta: ¿Es deseable estudiar en vez de trabajar? ¿Cuál es la calidad educativa que se espera de las instituciones educativas? Y ¿Vale la pena invertir mi tiempo en ello? Salir de los tabúes y cuestionar el valor supuesto pero no real de la “formación profesional”, es dar el primer paso en la búsqueda de una línea de acción hacia un futuro distinto.

Hoy por hoy, lo que está en juego en una sociedad débil y dependiente del Estado como la venezolana, es el valor mismo de la educación formal, debatiéndose entre la superación personal y ascenso social, en su formación humana para los más pequeños del hogar.

Espacios formales e institucionales de aprendizaje están siendo desplazados por zonas, temporal y físicamente más reducidas, en las que el aprendizaje resulta mucho más práctico, informal e inmediato. Cursos, internet, y charlas son ejemplos, de cómo la economía del conocimiento ha aprovechado la brecha de valor que el socialismo del siglo XXI ha creado sobre la educación formal, la vida individual y colectiva de los ciudadanos.

Asimismo se agrega la realidad de la pandemia a la ecuación, llevando el problema a las dificultades que plantea el terreno de la comunicación digital en Venezuela. Ser autodidacta se vuelve una necesidad más que una virtud en un proceso educativo tan golpeado. Si las escuelas no ofrecen conocimientos útiles y/o de valor frente a la realidad del ciudadano, el bien sobre el que descansa la educación desaparece y la escuela pierde su estatus, convirtiéndose en solo una opción más y no un fin humano indispensable para una vida digna, hasta transformarse (en muchas ocasiones), en una mala opción.

Reinventar nuestras instituciones de cualquier índole en el país es una prioridad, no solo ética y moral sino política también, es una necesidad para nuestra sociedad y el sistema educativo venezolano. Construir un país implica dejar de poner el acento en edificios o carreteras para comenzar a priorizar a los ciudadanos, en la promoción de sus capacidades y talentos. La formación de ciudadanía, es el principal mecanismo de contrapeso frente a la posibilidad del autoritarismo desenfrenado, cuya única salida del poder está al borde de la muerte y el totalitarismo.